COMMUNITY HORROR
Para abrir el blog, o para abrirlo con reseña, he escogido
una peli de prácticamente visionado inmediato, de las que me acompañan hasta
altas horas de la madrugada durante la cuarentena coronavírica. 1BR
me la perdí en algún que otro festival de cine y no parece que vaya a tener
ningún tipo de distribución en España, lo que la etiquetaba con ese estatus de
película maldita personal que tanto me atrae y genera más ganas y razones en mi
para verla.
Escribía hace unas semanas en la revista Scifiworld sobre
una de las mejores cintas estrenadas en formato doméstico durante el encierro, Vivarium.
Una sorprendente y grata película que narraba en clave pesadillesca el horror
de vivir en un suburbio americano/urbanización. Vale la crítica estaba bien, o
medio bien, pero terminaba aquel escrito pidiendo una especie de “spin-off” satirizando
el estilo de vida en otros emplazamientos, como por ejemplo las comunidades que
viven acinadas en pisos. Aunque no es al cien por cien así, podría decirse que 1BR
escuchó mis plegarias y aunque la peli es una cadena de acontecimientos
dispares, podría decirse que de una forma u otra es considerablemente una
crítica al falso hermanamiento vecinal.
Sarah, una guapa modernita interpretada por Nicole Brydon
Bloom, deja atrás su vida con padre hijueputa incluido y se muda a LA a vivir
el sueño americano trabajar en un buffet de abogados. Se instala en un apartamento
cerca de Hollywood y rápidamente es bienvenida de forma espeluznantemente
simpáctica por la troupe que allí reside. Ruidos extraños por las noches, amenazas
en cartitas por debajo de la puerta (insti style)… Aunque claro, lo peor está
por llegar y cuando los miembros de la comunidad se desenmascaran Sarah deberá
luchar por mantener la cordura o vivir para siempre en un infierno existencial.
Ese infierno existencial es el que digo se asemeja al universo Vivarium y le da todo el sentido a la película de David Marmor, del que anteriormente solo me constan cortometrajes y trabajos televisivos. Hasta que esto se desenmascara, estamos ante una montaña rusa de grandes proporciones donde vamos pasando por varias etapas de raíles, véase; de thriller a suspense atmosférico y de terror puro y duro (casi rozando el torture-porn) a drama de co-existencia humana. No tiene un esquema habitual que digamos, pero se las apaña para que cada fase tenga el interés necesario para llegar hasta el sumun de la historia, en la que la protagonista es integrada en esa micro-sociedad de psicópatas.
Ese infierno existencial es el que digo se asemeja al universo Vivarium y le da todo el sentido a la película de David Marmor, del que anteriormente solo me constan cortometrajes y trabajos televisivos. Hasta que esto se desenmascara, estamos ante una montaña rusa de grandes proporciones donde vamos pasando por varias etapas de raíles, véase; de thriller a suspense atmosférico y de terror puro y duro (casi rozando el torture-porn) a drama de co-existencia humana. No tiene un esquema habitual que digamos, pero se las apaña para que cada fase tenga el interés necesario para llegar hasta el sumun de la historia, en la que la protagonista es integrada en esa micro-sociedad de psicópatas.
Eso sí, la ubicación es encantadora, típica comunidad de
pisos de LA con piscina zarrapastrosa, barbacoas insalubres los domingos y
donde todo el mundo se esfuerza por llevarse jodidamente bien pese a no
aguantarse o no tener nada que ver los unos con los otros.
Odio ese rollo del kumbaya.
Sin duda, no es un terror al uso, ya no solo por su
contenido, sino por la extrema crítica demoledora que, sin necesidad de metáforas
estúpidas se las arregla para dejar claro un mensaje que deja poco espacio a las
interpretaciones filosóficas o hípsters. “Da igual donde y como vivas, tus
vecinos van a ser siempre unos hijos de puta”.
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